Friday, May 16, 2008

Cines de La Habana










































































































Eran mi paraíso desde pequeña.

Y no era mi padre -el artista- el que allí me llevaba, sino mi madre, la que me llevaba semanalmente al Dúplex (después de dejar a León viendo muñequitos en el Rex, encomendado al portero de que lo cuidara) en donde recuerdo como si fuera hoy que vimos "Autumn Leaves" de Joan Crawford y Jeff Chandler y "Room at The Top" con Simone Signoret y Lawrence Harvey --y yo era tan pequeña que el acomodador le preguntó a mami si estaba segura que yo debía ver esas películas, lo que a ella no pareció importarle mucho, porque aunque era muy conservadora, nunca me puso prohibiciones de ningún tipo (¡jamás me prohibió leer un libro o dejar de ver una película!) lo que creó en mí el espíritu fuerte y curioso que tengo. (Fíjense en la foto del Dúplex con su reloj 'art deco' destruído, igual que otros de aquellos cines también los verán destrozados en estas fotos)

También fui con ella dos veces en el Prado al cine Fausto (donde lloró como una Magdalena cuando vió "Vecinos y Amantes" (Strangers when we meet) de Kirk Douglas y Kim Novak y "Angustia de Un Querer" (Love is a Many Splendored Thing) la que provocó que las dos nos enamorásemos locamente de William Holden y las lágrimas le mojaran su cartera de charol). En una ocasión fuimos a un cine en la Calle Reina, cerca de Sears, donde una señora con una bandeja colgada del cuello vendía caramelos por los pasillos (¡como mucho despúes vi hacer en España!) --y donde un viejo se sentó a nuestro lado y me tocó el muslo, lo que fue algo espantoso --- ¡y mami y yo salimos corriendo de allí, lo que provocó que papi después nos regañara porque "¿a quién se le ocurre ir a ese cine de mala muerte?".

Con mis amigas iba los domingos al Rodi (aunque este era más de 'pepillos' y realmente nunca me volvió loca estar allí rodeadas de niños imberbes, porque a mi me gustaban los "hombres mayores"), al Trianón (viejísimo ya en los años 50 y pico, donde mami tuvo que pagar $1.50 cuando se estrenó Adios a las Armas y después fuímos a merendar en El Carmelo). El Riviera era muy bueno, peor no iba mucho a él. Y al Payret frente al Capitolio solo fui dos o tres veces. Y en el Auditorium era donde veíamos ballet, conciertos y ópera ¡y fue donde con mi tío Paco oí cantar a Renata Tebaldi!

El enorme Warner que después se llamó Radiocentro (y ahora es el Yara) donde había una película y un show 'en vivo' de Los Chavales de España y a donde siempre me llevaba mi prima Purita, que estaba enamorada junto con sus amigas de Luisito Tamayo, el cantante del grupo ¡que años más tarde oí cantar en un barcito de New York! El teatro-cine América, muy art deco, muy bello, con una cafeteria de 'chinos' que por alguna razón no me gustaba mucho porque olía a apio.

El teatro Blanquita -ahora se llama Karl Marx (¡que ridiculez!)- era enorme y allí vi a cantar a Sarita Montiel cuando salió El Ultimo Cuplé. ¡Fue divino! El Cine-Teatro Campoamor, a donde me llevó mi tío Paco. Un cine en La Víbora llamado "Alameda" me parece, donde comenzamos a ver una película maravillosa llamada "Mientras Estes a mi Lado" (Solange Du Da Bist) de Maria Schell y O.W. Fischer ¡de la que hasta el día de hoy nunca he podido ver el final, porque mami se sintió mal y nos tuvimos que ir y he quedado obsesionada con ella y nunca la he podido conseguir!

El Cine Miramar (¡mi cine de niña, pues era el de mi barrio, donde los domingos veíamos con mi Tia Alicia dos películas, la principal y la de 'relleno' y después merendábamos cosas 'americanas' en su cafeteria, donde también comprábamos revistas de cine en inglés)....El Arenal y el Avenida de cuando en cuando....El Roxy, en la Sierra, cerca de casa de mi abuela Isabel, otro viejísimo, chiquitico y feíto, pero con el una vez soñé -aunque nunca fuí a él- estando ya aquí en el exilio. ¡Qué cosa más rara!....El Metropolitan, al que fuimos muchas veces, y a mi hermano le encantaba....Y cuando nos mudamos al Vedado ¡el Cine 23 y 12, que era tan acogedor, donde en Semana Santa ponían "Quo Vadis" ---y después el Arte y Cinema La Rampa ¡con sus maravillosas películas europeas que muchas veces no me dejaban ver porque no era 'aptas para menores'! Y en la calle 14 con la 15, frente al parque, uno un poco de 'mala muerte' llamado El Ambar, donde vi El Hombre con el Brazo de Oro, aunque el cine parecía que estaba cayéndose a pedazos. El Acapulco estaba en el Nuevo Vedado, era moderno y cómodo -- y tenía una acera llena de unas piedritas verdes fosforecentes...¡y fue donde Eva y yo tuvimos una pelea horrible con Rosita Sorí Marín sobre la pena de muerte, porque acabábamos de ver la película de la vida de Caryl Chessman y salimos horrorizadas del mismo!

¡Qué maravillas los cines habaneros de mi infancia y después adolescencia!

Cuando llegó la Revolución y pasaron los primeros años ---¿por que aquel empeño de prohibir las películas americanas y mostrar aquellos bodrios rusos?....¡Qué cosas más idiotas!....No se me podrá olvidar nunca el final de un espanto llamado "El Ultimo Disparo", y como la gente en el Cine Trianón comenzó a silbar cuando la revolucionaria 'mujer soldado' mataba a su amante -¡de ahí lo del 'último disparo'! -por querer traicionar la revolución. ¡Que anormalidad, como si el público fuera idiota! Era una manipulación tan burda como los televisores del año de Maricastaña que trajeron los rusos en la Exposición Rusa del 1959, ¡que se suponía nos iba a enseñar a los cubanos los adelantos del futuro! ¡Otra broma torpe y surrealista!

En aquellos años hasta las idas al cine dejaron de ser una aventura --y de pronto se hicieron contestatarias, aplaudiendo todos 'en masse' al León de la Metro ¡como símbolo de protesta! Igual que nunca olvidaré cuando con unos amigos aplaudimos una escena religiosa en "Serenata" de Sarita Montiel y Mario Lanza, en que aparecía la pantalla cubierta por un enorme crucifijo, y el cine se cayó en aplausos ---¡y muy pronto el pequeñito cine Focsa fue invadido por milicianos con metralletas que nos llevaron a todos los presentes presos por contrarrevolucionarios!

Qué bueno es poder recordar y no estar allí --y no haber sido víctima de una larga vida contestaria....¡que probablemente me hubiera llevado a la cárcel o Dios sabe a qué!

¡Qué bueno poderme reír de todas estas idioteces!...Las buenas y las malas.

Porque después de todo, eso es lo que ocurre en el espíritu cuando se vive en libertad.